miércoles, 24 de septiembre de 2014

La división en la estrategia de dominio al país y pueblo


¡En esta esquina…!

“Divide y vencerás”, es un aforismo desarrollado por Maquiavelo en su obra el Príncipe, pero que fue orientación del emperador romano Julio César, como mecanismo de dominio.   En   el  país  lo  aplicó  Balaguer  y  con más eficiencia lo hace el PLD.

Más, la división a lo que pudiera  entenderse  opuesto al  orden establecido por el gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica, fue considerada por estos como parte de  su  estrategia vital de control a la República Dominicana.

Es conocida la orientación planteada por el presidente Kennedy durante la crisis post trujillista: en Santo Domingo tenemos que escoger entre tres posibilidades: primera: un gobierno de amplia base social surgido de unas elecciones democráticas; segunda: un gobierno como el de Trujillo; y, tercera,  uno como el de Fidel Castro.  “Preferimos lo primero, pero no podemos renunciar a lo segundo hasta tanto estemos seguros de que no ocurrirá lo tercero”, dijo.   Cualquier cosa, menos un gobierno de izquierda, fue la orientación que signó a la llamada transición democrática iniciada con la caída  del dictador.

De esa estrategia sobrevino el derrocamiento al gobierno de Bosch en 1963; la intervención militar del 28 de abril de 1965; y la instalación en el poder de Balaguer en 1966.

La represión y la división a los grupos democráticos y revolucionarios, fueron otros componentes funcionales a la estrategia y que corrieron paralelos.

Manolo Tavarez Justo vio claro  el fomento de la división por parte de la inteligencia de los Estados Unidos y la oligarquía criolla, y lo denunció en  un discurso  el 14 de junio de 1962 frente al parque Independencia, en  el que destacó el interés de las clases dominantes de alentar el surgimiento de  organizaciones políticas con el propósito de dividir la oposición; subrayó que “…La razón de esa división obedece… a una nueva táctica empleada por la reacción nacional y el imperialismo… con el propósito de dividir, de impedir la unidad de las masas populares…”.

A pesar de esta certera denuncia- advertencia, la división se hizo en el tiempo parte consustancial del movimiento revolucionario y alternativo.  A cada rato surge un nuevo grupo “en nombre de la unidad” o para trabajar “por la unidad”; proponiendo lo mismo que los grupos existentes. Esto tiene ya el rango de caso: en nombre de la unidad se multiplica la división;  a tal  punto, que hoy se cuentan sesenta y siete partidos o grupos que  se reivindican  progresistas, de izquierda o alternativos.

Uno que otro de buen hablar, o de escritura fácil, más si pasó por algún partido de izquierda, junta a unos cuantos; les convence de una misión mesiánica y como denunciara alguna vez un periodista español en una situación parecida en el Perú: “distribuye jerarquías, o rangos, según el caso;  se reserva para   si   el  de  líder principal; o de comandante general, también según el caso”; y ya está el nuevo grupo.

No se confunda esta protesta con descalificación, para lo que no estamos autorizados, no es nuestra práctica, ni hay razones de ningún tipo moral o personal para descalificar a los concernidos en esas iniciativas.  Si es de destacar que, vistas las propuestas de los seis movimientos surgidos en lo que va de año en varios lugares del país, pudieron complementarse en la Alianza por la Democracia (APD), Alianza País (AlPaís), o en el proyecto de fusión Alternativa Revolucionaria- Patria para Todos (AR-MPT). Y por cuidarme de actitudes ventajistas no incluyo al Frente Amplio entre las organizaciones donde también hay espacio para todos ellos.

A este ritmo y maneras, uno no sabe si invocar a Manolo y su denuncia sobre la estrategia de los sectores dominantes para la división; si analizar el fenómeno desde la antropología política; o si refugiarse en el realismo mágico, para abordarlo desde la perspectiva literaria.   A lo mejor, quien sabe, resultan válidas las tres perspectivas.


En cualquier caso, ganada la comunidad de ideas y propósitos, como al efecto dicen los escritos de sesenta y tres, del total de sesenta y siete, la  mejor   actitud  es seguir fomentando la unidad entre los dispuestos a dar pasos prácticos, a complementarse entre sí. Como en el Frente Amplio aquí, en Uruguay y en El Salvador.

Por Manuel Salazar. 24 de septiembre de 2014

miércoles, 17 de septiembre de 2014

El sectarismo que he conocido

Tenemos que seguir, tropezando naturalmente, pero haciendo caminos. Esta es la onda del Frente Amplio, y veremos que se afirme en esta; para dar el ejemplo de que se puede la unidad entre diferentes.

Cuando imaginé este artículo pensé   titularlo   “El  sectarismo  dominicano”, pero desistí de inmediato, porque me reclamaría una privanza doctoral que no va conmigo; y decidí hacerlo desde la perspectiva de lo que he  observado y sufrido en mis afanes militantes.

Antes de entrar en el tema, debo decir que lo diferente, bien argumentado, ayuda a la otra parte a precisar, mejorar, y  hasta  a  modificar  criterios. Tengo un amigo, Wilson Spencer, que casi siempre difiere de las posiciones que milito, pero él no es de ninguna manera sectario; y con frecuencia sus argumentos me inducen a reflexionar una y otra vez los míos.  Tengo ansias de que venga al país para que discutamos en público la cuestión central que nos separa en la política de convergencia, que   asumo, y  que  él cuestiona; cual es, la visión   sobre  cómo  ganar  el trasvase de fuerzas sociales para hacer de la izquierda  una  nueva  mayoría política.
 Dicho esto, digo entonces que he vivido el sectarismo amparado en las  socorridas “profundas divergencias teóricas e ideológicas”, que se han invocado para no actuar en  el  sentido del compromiso con otros sectores;   pero que   el   tiempo,  que  todo lo pone en su lugar, ha dejado claro que esas proclamas no han sido más que la manifestación de unas actitudes personalistas, indispuestas a compartir espacios que se han creído propios, o adulterar con el activismo de otros una forma habitual de vivir la vida.

He topado y comprendido, el sectarismo de los que no se preocuparon por beber en la fuente del materialismo dialéctico e histórico, y si lo hicieron, fue como religión y como quiera quedaron   afectados de un problema grave de conocimiento   que    les   impide   actuar con razones.

Me  he  llevado bien incluso  con los que,  igual que los anteriores, además comportan  la autosuficiencia por  la  nombradía ganada en la lucha contra el régimen de los 12 años  y  la  represión desatada por este.
 Los hechos tozudos me han llevado a convencerme de que la composición esencialmente pequeñoburguesa del movimiento alternativo y de izquierda, siempre en competencia, es una variable significativa de la ecuación que resulta en las políticas sectarias. Se da, incluso, en una izquierda intermitente, que suele aparecer cuando hay que hacer paralelismo a otras propuestas.

 Como de todo hay bajo el cielo, y dado que la izquierda y lo alternativo son en sí mismos diversos, en la República Dominicana hay organizaciones y empeños con propuestas para el más amplio conglomerado de sentimientos: izquierda plus;   izquierda; centro izquierda; centro progresista; izquierda militante en procesos extranjeros; peñas de izquierda aquí y por allá para escuchar a Sabina y Serrat; otras peñas de izquierda para escuchar a Silvio Rodríguez, y otras tantas para recordar días gloriosos del pasado lejano y reciente; izquierda cristiana; izquierda marxista leninista, y hasta una izquierda contrahecha,   en  el  sentido  que el Quijote  habla del “contrahecho”. Pero la izquierda intermitente considera que “ninguna de las anteriores” incluye sus propósitos, y va por la suya propia. Y así, hasta este momento, tendríamos, mal contadas, sesenta y siete…

Hay otro sectarismo, el por naturaleza; predestinado; tan sinigual, que   está   medularmente   convencido   de   que   su   papel   es   el   de   principal, y que en la práctica, nunca en las palabras, los demás… son los demás.  Ese sectarismo piensa,   y    es    cuando   la    vida   existe. Estos sectarismos, en suma,   explican   parte   de   por   qué,   a    pesar   de   nuestra acentuada moral e indeclinable actitud combativa, no logramos contribuir a romper la inmovilidad política del país que ahora mismo se  confirma   en   encuestas de opinión,  públicas y privadas.

Pero bien, por encima de estos sectarismos, lo nuestro es seguir en la única política unitaria que ha mostrado en la práctica que es viable, cual es, la complementariedad   entre    sectores y líderes distintos, superando la competencia irracional.   Tenemos   que   seguir, tropezando    naturalmente,  pero  haciendo caminos. Esta es la onda del Frente Amplio, y veremos que se   afirme en esta; para dar el ejemplo de que se puede la unidad entre diferentes.