¡En esta
esquina…!
La caracolización
de los seres humanos
Por Manuel Salazar
He resistido caracolizarme, pero cada vez me siento más una especie rara,
cuando miro mi entorno lleno de personas
de todas las edades que vienen y van caracolizadas.
Es un fenómeno que se da desde hace mucho tiempo en
las principales ciudades del planeta, y que en nuestro país comenzó a
observarse de menos a más desde la primera mitad de los años de 1980, cuando quedó configurado el modelo de
crecimiento económico actual, centrado en servicios y afirmado en el consumismo,
al que se agregó como sustancia la privatización, y el imperio del mercado por
sobre la sociedad, con sus impactos en la migración campo- ciudad, el auge de
las plazas comerciales, de las inmobiliarias
y el uso desordenado del territorio; la subcontratación laboral, el pluriempleo
y la informalidad.
Un resultado distintivo de este modelo son los
barrios “dormitorios”, lugares periféricos y distantes a los ejes tradicionales
de la ciudad, a donde decenas de miles de personas van apenas a encontrarse con sus familias;
duermen, y salen bien temprano, cada uno por su destino
a la faena por la vida en sus más diversos componentes.
La de Santo Domingo, por caso, es una ciudad dominada
por guaguas voladoras, autobuses, carros, motores, yipetas, camiones, patanas; corredores,
elevados, túneles. En esta quedan lejos
los hospitales, farmacias, escuelas, colegios y universidades, oficinas
públicas y privadas, bancos… todos los lugares a los que la ciudadanía debe
recurrir a resolver alguna necesidad.
Es resultado del cambio
trascendente de la actualidad de entre
los tres que universalmente han impactado las maneras
de vivir, cuales son: la revolución agraria que asentó al ser humano a la tierra,
lo convirtió de nómada en sedentario; la industrial que lo implantó en las
ciudades, y la actual,
científico-técnica, que despliega sus fuerzas e impulsa, junto al predominio del capital financiero, la llamada "nueva economía", que en
países como la República Dominicana ha venido transformando las ciudades e
imponiendo la caracolización de los
seres humanos.
Hembras y varones de todas
las edades, estamos siendo forzados cada vez a organizar nuestra cotidianidad de tal manera
que tengamos que hacer una sola salida al día de nuestros hogares, y en esta
dar solución a todas las necesidades o diligencias que correspondan; para
regresar iniciada o bien entrada la
noche, extenuados de tanto ir de aquí para allá.
Se ve a mucha gente por
doquier, con mochilas, bultos o macutos. Una casa en miniatura a
cuestas, con despensa y agua incluida; pastillas y el “recibo” de la luz o del teléfono; la muda de
ropa y la toalla; el desodorante y el abanico de cartón; libros y cuadernos. Lo mínimamente necesario para sobrellevar un
día en la vida difícil de la ciudad.
Con la casa encima, como un
caracol.
Nos caracoliza el modelo de crecimiento económico y la ciudad
difícil que este genera, cual nos ha sido impuesto con rango constitucional. Las mayorías populares estamos en consecuencia
frente a la disyuntiva de luchar para superar ese modelo; o caracolizarnos de
más en más, con toda la insolidaridad y deterioro del
tejido social y familiar que esto conlleva.