Los políticos y las políticas de izquierda que desarrollamos esta labor con cierta racionalidad científica y anteponiendo los intereses de la nación, país y pueblo por encima de sesgos personalistas e intereses parcelarios, disponemos del arma teórica que es la dialéctica para el análisis y la toma de decisiones; a la que también integramos el sentido común, que no es muy común, pero ayuda mucho.
Uno de los
elementos más trascendentes que nos proporciona la dialéctica, es
la posibilidad de analizar lo que tiene de peculiar cada
situación, para poner en primer plano el aspecto principal de la
contradicción a resolver en cada circunstancia,
y decidir las tareas políticas que devienen en consecuencia.
Con ese método a manos, los políticos y políticas que también nos preciamos de
ser objetivos, nos peguntamos ¿Cuál es el problema principal
del país, de cuya solución dependen otras soluciones; y cuál es la fuerza de la
que disponemos para solucionarlo? Y si esta no es suficiente, entonces ¿Qué
hacemos para aportar a la solución, y con este mismo quehacer también
desarrollar nuestras fuerzas y posibilidades de poder?
A propósito de
que en estos días por venir los comunistas de gran parte del planeta
conmemoraremos un aniversario más de la revolución de octubre de 1917 que abrió
época en la historia, es pertinente decir que si Lenin no hubiera sido un
militante con la dialéctica a manos, es muy probable que esa revolución no hubiera ocurrido en la
Rusia dominada por la dictadura zarista.
Hagamos un
repaso general del contexto de febrero de aquel año en ese país, y saquemos del
mismo una lección práctica de la dialéctica. A ver: los bolcheviques eran la expresión política e ideológica más
consecuente. Existían
también partidos burgueses, es el caso del de Kérenski, que igual que los bolcheviques eran opuestos al régimen zarista. Las masas querían salir del zarismo y
en buena medida estaban bajo la influencia política e ideológica del reformismo
burgués liberal de este líder. El partido bolchevique de Lenin
no tenía todavía suficiente fuerzas.
Una lectura de
la situación a la luz de la dialéctica, sugería que el zarismo era el aspecto principal de la contradicción a
resolver. No eran las posiciones burgués-liberales a las que había que combatir
en primer plano. El problema principal a combatir era el
zarismo. Así lo hicieron los bolcheviques; pactaron compromisos políticos
tácticos con Kérenski, sumaron fuerzas para echar abajo al régimen zarista.
La primera fase
de la revolución rusa de 1917 fue democrática y de esta surgió un gobierno
encabezado por Kérenski, no por Lenin. Entre febrero y
octubre de 1917 se produce un cambio en la actitud de las masas obreras, le
quitan el apoyo a Kérenski; porque este las defraudó; y
el partido de Lenin estaba ahí, entre ellas,para
capitalizar el desencanto y conducirlas, como al efecto, a la revolución
socialista en este mes y año últimos.
Una actitud
como esa de Lenin y el partido bolchevique, sería una aberración abominable
para una parte de lo progresista y de izquierda dominicano. Porque
en las experiencias vemos la metafísica en sus análisis, extraños al
sentido común. De ahí los discursos de obviedades, los peros,
cuidados y previsiones frente a situaciones políticas puntuales, para no
incurrir en errores. Como si el camino al éxito y a la certeza no llevara
en sí mismo la posibilidad del error o del fracaso.
La contra- Convergencia en curso al año
2016 no es propio de mentes brillantes como
las hay entre los que la impugnan. Es no considerar la
visión dialéctica de la táctica. Y en casos, no es desconocimiento de esa
generalización teórica, sino petulancia pequeñoburguesa; cuestión de
temperamentos; “el peso de todas las tradiciones muertas” que “oprimen como
pesadilla el cerebro de los vivos…”, entre otros demonios.
15 de octubre de 2014.
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