Por: Manuel
Salazar
¡Ay!
Que
tan difícil nos ha sido a los dominicanos y dominicanas hacer converger
esfuerzos, hasta para regresar el país al propósito de República que se
propusieron los constitucionalistas de abril de 1965.
Desde
los años de 1950 han ocurrido tres grandes olas de importantes avances
políticos en América del Sur, Centroamérica y países del Caribe, incluyendo una revolución en Cuba. Aquí no se ha podido.
Hace 54 años el
pueblo se deshizo de la dictadura de Trujillo que lo contralaba todo y ahora un solo partido también controla todo
el poder.
¡¿Cómo
es que hemos llegado a esta realidad!?
Hay
discursos, personalidades, talantes y conductas, que atraviesan el tiempo desde
que cayó Trujillo, que permiten decir que buena parte del problema es que hemos sido divididos;
como que vivimos en varias repúblicas.
La que
existe, lacaya, impuesta por la intervención norteamericana de 1965,
que ha devenido en la del PLD.
Otra,
que existe en el ser-pensar de gentes que son de las clases dominantes aunque no estén en el
poder; que se mueven en un mundo político penetradas de ese mito del que habló Platón en
su obra La República: “la divinidad, cuando os moldeó, puso oro en
la mezcla”; y por eso solo
pueden ser reyes, muy supremos para
ser segundos de nadie, o arrimar hombros a otros.
Hay otra república, Inmaculada, la de los que
dicen “no querer nada con la política”. También hay una militancia pura y perfecta, que milita en principios generales, y para quienes la
táctica política siempre será la misma cualquiera que sea la circunstancia
concreta.
Sobrados unos y otros de facultades para postular
sobre cómo es que se
deben hacer las cosas para que
aparezca el bien.
Como candidatos a
ciudadanos de esta Inmaculada, hay también
una suerte de mentalidades
en contravía, discutidores,
dispuestos a destacar formulando la tesis contraria a las asumidas
por los demás, y hacer que las reuniones
discurran en largas discusiones que por lo general concluyen en la convocatoria
a otra reunión para que siga el debate.
Y así
hasta que el Eclesiastés dicte su conocida sentencia.
Aquí
nos encontramos con miles de Comandantes. Hay cientos con poder para la disociación, la
generación de dudas y sospechas en los colectivos; impertinentes
habilitados para las ocurrencias tangentes al curso esencial de lo que
corresponda hacer, o discurra.
Abundan personalidades, Ex esto, o Ex aquello,
que se asumen sublimes, creando y cambiando pequeñas Cortes en su entorno;
fines en sí mismos; a los que hay que
garantizarles mención especial o lugar en primera fila, o entra el mar.
Como
políticos, hacemos análisis políticos de estas situaciones; y no nos
hemos detenido nunca a observar cuanto hay en todo esto de ese asunto
tan importante que es la personalidad, de cada ser social en particular,
y del ser nacional.
Parece
cuento, pero hay 70 grupos que se reivindican de izquierda o progresistas; cada
uno con sus respectivas razones para existir, superiores a la de los restantes.
Es una
pena. Hemos experimentado casi todas las fórmulas de la unidad de izquierda,
y de cada una ha salido la división multiplicada. Donde se unieron dos, resultaron hasta cinco.
En
estas sublimidades descansa parte del esfuerzo de construir un frente electoral
tangente en la coyuntura actual, que pretende desconocer que el
aspecto principal de la contradicción pueblo- poder, es el PLD- Gobierno.
Una
línea tangente que en los hechos restará votos a la oposición y de esa manera
favorecerá al continuismo.
Es la
reiteración de una conducta política errática, que siempre ha ido en vía
contraria a lo que aconsejan las circunstancias. Como en 1962 y su extensión a la caída de
Manolo en Las Manaclas. Como en 1974, 1978, 1990, que permitió la
pervivencia de Balaguer; y en 1994 y
1996, que permitió y hasta favoreció una
nueva derecha, envoltura sutil del conservadurismo, que es la que ostenta el
poder en este momento.
En todos estos momentos se dejó de hacer lo
que la coyuntura reclamaba, para luego lamentar
los
resultados.
Desde 1974-78, nunca estuvo tan claro, tan
simple, que la disyuntiva política central de este momento es: Convergencia opositora o
Continuismo. Pero todavía hay
quienes dan vueltas frente a esta esencial cuestión del momento, discuten,
analizan, hacen discursos tremendos, buscan respuestas, hacen ficción y se
alzan en armas, dan riendas sueltas al pesimismo y la negatividad. …
Todo esto se relaciona con un ser social y
nacional que es resultado de políticas impuestas desde que Colón llegó; pero
muy especialmente desde el 28 de abril de 1965 cuando por segunda vez vinieron
los yanquis e impusieron políticas que han
afirmado un ser social complejo y diverso.
En
1962 hubo un esfuerzo hacia un rumbo nuevo del país y lo impidió un golpe de
Estado, al que siguió una revolución cívico militar que quiso retomar aquella línea,
y fue cercenada por la intervención del 28 de abril de 1965.
Se
instaló la contrainsurgencia, política, económica, social y cultural. De aquí
vienen esas repúblicas lamentables que junto a la lacaya mantienen la inercia
política en el país.
A pesar de que Manolo lo advirtió con tiempo,
la serpiente de la división puso sus huevos; y la intervención de 1965 instaló la
incubadora para reproducirlos en serie hasta hoy. La división política, social, generacional,
intelectual… y que para algunos, es hasta
racial.
Pero
hay que perseverar. Tenemos que sobreponernos a
estas realidades. Porque está creciendo y convergiendo
de nuevo la tendencia del cambio que se expresó en las elecciones del 2012, y en esta se puede avanzar lo más que se pueda hacia la renovación política;
cuanto más si lo alternativo confluye en
un programa mínimo y desde una clara voluntad convergente se propone, quiere de
verdad, calificar el programa y compromiso de gobierno que sustente el frente
opositor.
El
Frente Amplio Opositor para ganar en el 2016 y poner en práctica un programa de
cambios políticos y sociales, es lo concreto a ese propósito en las actuales
circunstancias. Siendo así, es lo revolucionario en estas
circunstancias. Esta es la respuesta pertinente
al momento político.
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